Mariano Sigman: "Nuestro cerebro tiene tendencia a la pereza, está preparado para no gastar energía"

2022-10-09 17:47:40 By : Mr. Allen Bao

Lo desvela cómo cambiar el devenir de lo que hacemos y no hacemos, de lo que sentimos, de lo que somos. Investiga en qué lugares estamos más estancados y como encontrar la mejor versión de uno mismo. Primero empezó por escanear su vida y chequear historias personales y luego convertirlo en libro para compartirlo y dar herramientas para que cada lector vaya por sus propósitos sin miedos.

Viviendo en Madrid hace seis años, ahora Mariano Sigman está en Buenos Aires, recién llegado, observando desde un bar las primeras impresiones de su ciudad natal. Reconocido doctor en neurociencia, recibido en Rockefeller University, en Nueva York, con post doctorado en Ciencias Cognitivas en el College de France, entre muchos otros estudios, se presta al diálogo con Clarín.

Está enfocado en ese libro, el que se apasionó en escribir y acaba de publicar llamado “El poder de las palabras”, con un entusiasmo que contagia. Referente internacional de las “neurociencias de las decisiones” y en la comunicación humana, resalta la importancia que tiene el diálogo con los otros para enriquecernos y que permite detenernos en lo que los otros ven de nosotros y cambiar. “La conversación funciona cuando hablás y escuchás al otro y te escuchás a vos mismo y te das cuenta que decís cosas que no están tan bien -explica. Algo que, en cambio, no funciona así en las redes sociales”.

-¿Cuándo queremos dialogar la trampa está en elegir interlocutores que nos digan lo que queremos escuchar?

Sí, exactamente. Pero es un automatismo que podes cambiar y empezar a disfrutar. Estamos acostumbrados a que nos guste lo dulce pero lo interesante es no comer siempre lo mismo sino aprender a disfrutar otros sabores. Lo mismo pasa con la conversación, el que piensa igual que vos es como comer algo dulce, es lo que es fácil de aceptar.

-¿Entonces la “grieta” hace que las conversaciones se vuelvan monótonas?

La grieta pasa en todas las sociedades del mundo de hoy: la americana, israelí, la francesa, brasilera, española...Es el provincialismo histórico que hace que cada sociedad piense que la grieta es única allí pero está en todos lados. Un hecho empírico es que para que las conversaciones funcionen con la grieta se debe dar en ámbitos pequeños y donde la gente va predispuesta a no convencer al otro sino a descubrir y así entonces es una conversación efectiva. Cuando haces eso la probabilidad que se encuentren es mucho mayor de lo que presuponemos. Somos escépticos de la conversación como un espacio para limar asperezas porque solemos dialogar en ámbitos inadecuados.

-¿Y qué está observando sobre lo que se dialoga actualmente?

Observo que la sociedad premia al que tiene exceso de confianza. A la persona que duda nadie la escucha y es justamente quien está pensando más adecuadamente, el que sabe que puede equivocarse. Estos sistemas de información como las redes sociales deja muy opacada a la gente que más tendría que escucharse. Hay que abrazar la incertidumbre y la contradicción donde hay problemas que son complejos en los que uno puede tener visiones muy distintas y ser cambiante. A veces opinamos una cosa, a veces otra y está bien que suceda.

-¿Cómo es la conversación interna que tenemos en soledad? ¿Solemos hacer juicios imprecisos de nuestra realidad?

Todo el tiempo, son los estigmas que uno se crea. Creamos noticias falsas sobre nosotros mismos y vamos construyendo nuestro propio personaje. Su fuerza es decisiva para abrir o cerrar puertas. El poder de las palabras de algo que uno se dice al pasar y puede tener un peso en el devenir de quien serás. Una sola frase puede convencer a alguien que no estaba hecho para el deporte. La historia que vos te contás sobre algo es un relato de algo que editaste, solo te acordás de algunas cosas y de otras no. El punto es cómo podemos usar mejor la narrativa propia para abrirnos puertas sobre cosas que creemos que están cerradas y quizás no es así.

-En relación a no creernos lo que a veces nos decimos automáticamente: ¿Se pueden adquirir nuevas habilidades de adultos o es difícil de incorporar?

Muchísimo más de lo que pensamos. Lo que se pierde es la motivación y disposición por aprender. Un adulto va perdiendo la voracidad por descubrir que teníamos de niños porque tiene lo suficiente para funcionar, el llamado umbral ok de la psicología del aprendizaje, porque estás bien así. Es esa fiaca de no querer saber más porque ya tenés suficiente para funcionar. Pero si vos te concentras, podes mejorar. Hay que preguntarse si hay disposición para aprender horas y horas, hay que sincerarse porque lo que viene es trabajo.

-¿El cerebro tiene tendencia a la pereza?

Sí. Es comprensible porque está preparado para no gastar energía, ya que es finita. Cada vez que querés hacer algo el cerebro te pregunta si realmente querés hacerlo. La pereza típica es tener muchas cosas por hacer, te angustias y terminas buscando confort y te pones a ver las redes sociales o una película y no son ninguna de las que pensabas hacer.

-¿Con la pandemia tuvimos que aprender nuevas habilidades?

La pandemia nos sacó mucho de lugar, nos cambió el modelo, vino mucha incertidumbre y modificó la manera de trabajar, la educación, el vincularse, incorporamos tiempo de soledad, nuevas prácticas como hacer jardinería. En un momento donde todo parecía difícil la primera reacción fue salir a aprender, nos volvimos niños en el sentido que estábamos con mucha incertidumbre. La dopamina, por ejemplo, se produce con la incertidumbre y nuestro cerebro entonces se vuelve más plástico, que habitualmente no lo es. En ese sentido vemos como el ciclo entre el deseo y recompensa cada vez va muy rápido. En los likes en las redes sociales hay una dinámica muy rápida y en segundos te aplauden y se vuelve tremendamente adictivo. Es mucha dopamina irrigándose por todos lados en tu cerebro. La diferencia fundamental entre lo analógico y digital es el tiempo, es la velocidad en que eso pasa. Los mensajes en tu celular ahora se escuchan por dos, aceleradamente, las series se saltan y se ven una tras otra, antes tenías que esperar a la semana siguiente el otro capítulo. La gran diferencia es la velocidad de acceso, del círculo entre deseo y recompensa.

Mariano Sigman es doctor en neurociencia argentino, con prestigio internacional recibido en Rockefeller University (PhD), en Nueva York, con post doctorado en Ciencias Cognitivas en el College de France. Es también licenciado en Física de la UBA y fundó el Laboratorio de Neurociencia Integrativa de la misma casa de estudios. Acaba de publicar su nuevo libro, El poder de las palabras (Penguin Random House). Es autor también del best seller La vida secreta de la mente.

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